lunes, junio 11, 2007

Fiestas de hortaleza


Viernes 1
El viernes, para despejarnos de tanto estudiar, decidimos ir a darnos una vuelta a las fiestas de Hortaleza, y Marta y yo nos hicimos con una botella de litro y medio de sangria cada una, Maca y Andrea prefirieron el calimoxo. Los hielos, sin embargo, nos los dejamos en el chino y sólo nos dimos cuenta de que se nos habían olvidado cuando Maca y Andrea decidieron hacerse un mini en el metro, menos mal que ese día les dió por perchear, que si no...calentito. Una cosa nos quedo clara para el futuro: mejor ir andando que en metro, porque hay que andar más o menos lo mismo.
Cuando llegamos a las fiestas nos pusimos a buscar a los de primero, que estaban en una cuesta bastante empinada y sin mucho césped, y nos quedamos allí con ellos. Estaba todo el mundo, y nos encontramos a bastante gente, entre ellos el percha y Miguel, con un peinado bastante hortera.
Maca y yo nos fuimos a buscar etiquetas de coca-cola para ver si nos tocaba el viaje, y en nuestra recolección conseguimos unas cinquenta más o menos.
Al final, cuando Marta ya se había ido, nos encontramos a Larra y a Paula (en un estado...). Poco después nos fuimos a casa andando, para despejarnos un poco.

Sábado 9

Primero estuvimos en casa de Esther, que nos invitó a unos margaritas, y después nos fuimos a las fiestas (Esther, Maca, Álex y yo) a ver los fuegos artificiales. Llegamos cuando ya habían empezado, pero bueno. Es gracioso el comportamiento humano, todo el parque estaba mirando hacia el cielo, a unas luces que salen de una explosión que monta un ruido tremendo, sólo porque les parece bonito, digno de analizar.
Otra vez nos volvimos a encontrar a mazo de peña, que estaba extrañada de que hubiéramos salido teniendo la selectividad tan cerca (martes, miércoles y jueves). Maca y Esther se montaron de la cárcel de la que salieron bastante mareadas, y a la salida nos volvimos a encontrar a Miguel, que ya se había quitado el peinado hortera porque no se lo permitían los del ejército. Andaba por allí Tamara, que salió corriendo cuando vio a Luisen. A eso de las dos nos fuimos, esta vez sólo con tres etiquetas. Yo no sé que pasaría después, pero cuando nosotras llegamos a Jose María Soler se puso a llover con ganas, y doy fe de ello que me tocó volver a casa andando. Parecía una pequeña esponja.

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